Entre 1497 y 1500 las Coronas de Castilla y Aragón perdieron a tres de sus herederos : el infante Juan, la infanta Isabel, y el hijo de ésta, el infante Miguel; el destino había designado como heredera de este inmenso reino a la infanta Juana, tercera hija de los Reyes Católicos, que vivía en Flandes con su esposo Felipe, heredero del Imperio. El tercer hijo de la pareja, Isabel, nació en Bruselas el 18 de julio de 1501. Por eso Juana no pudo emprender el camino hacia Castilla hasta fines de 1501. En realidad las Cortes habrían podido jurarla princesa de Asturias sin que estuviera físicamente presente pero los Reyes Católicos tenían empeño en que Juana viniera personalmente a Castilla. Varios motivos tenían para ello : primero desconfiaban mucho de la política de Felipe cuyas relaciones con Francia, que le disputaba a Fernando el reino de Nápoles, les parecían demasiado cordiales; entonces temían la alianza de Francia con el Imperio y que Juana prefiriera apoyar a su marido antes que defender los intereses de su tierra natal. Además circulaban rumores en cuanto a las costumbres licenciosas de la corte flamenca y se decía que Juana descuidaba sus obligaciones religiosas, entonces a los monarcas les pareció importante que su hija regresara a tierra de costumbres más austeras.
Los Reyes Católicos hicieron lo necesario para que los archiduques emprendieran el viaje por mar pero éstos recibieron una misiva del rey Luis XII que les invitaba a viajar por sus tierras y ponía a su disposición una escolta de cuatrocientos hombres. A pesar de la desavenencia de los Reyes Católicos y aunque el viaje saliera así mucho más caro, Felipe insistió para elegir esta solución. El 4 de noviembre de 1501 se puso en marcha una comitiva impresionante, que se componía de cien carros para el equipaje real, otros numerosos carros para el equipaje de la corte - todos cargados de ropa, camas, mobiliario, vajillas, enseres de cocina, tapices, obsequios para Isabel... - los carruajes de los nobles, tropas de a caballo y de a pie, cinco carrozas reales... ; por lo menos cien personas acompañaban al séquito real, entre las cuales cuarenta damas de honor, además de los numeros escuderos, lacayos, cocineros, personal de servicio...
Juana estaba impaciente por ver de nuevo a los suyos y su tierra a la que no había regresado desde 1496, cuando dejó el puerto de Laredo camino de Flandes para ir a casarse con Felipe. Pero con pena dejaba en Bruselas a sus tres hijos Leonor, Carlos e Isabel ; no tuvo el derecho de llevárselos porque Maximiliano y Felipe temían que los Reyes Católicos quisieran retener a Carlos lejos de Flandes, educándole para ser rey de los españoles y no como futuro emperador.
La comitiva avanzaba lentamente, debido al impresionante número de carros y gente que la componía y a condiciones climáticas desfavorables. El 16 de noviembre alcanzó por fin San Quintín, en la frontera francesa, y prosiguió el camino hacia París adonde llegó el 25 de noviembre. Al día precedente los príncipes escucharon misa en la basílica de St Denis. El día de su llegada a París también escucharon misa en Notre-Dame y recorrieron con su impresionante comitiva las calles de la capital francesa. Los archiduques se quedaron algunos días en París pero tuvieron que ponerse de nuevo en marcha para reunirse con Luis XII que les esperaba en su castillo de Blois, el más hermoso de Francia en aquella época. El camino fue difícil; a principios de diciembre, les cogió una nevada y les fue imposible seguir avanzando; el rey Luis XII, impaciente por ver llegar a sus prestigiosos invitados, ordenó movilizar a todas las gentes de la región para ayudar a la comitiva de los archiduques a proseguir su camino; incluso mandó herreros que desparramaron carbones encendidos por los caminos para derretir la nieve.
Por fin el 07 de diciembre alcanzaron el castillo de Blois donde les esperaba la pareja real : Luis XII y la reina Ana de Bretaña. Felipe era francés por su madre, María de Borgoña, y por consiguiente se podía considerar como un súbdito del rey (Francia se había apoderado del ducado de Borgoña después del fallecimiento de Carlos el Temerario en la batalla de Nancy en 1477). Los archiduques fueron tratados con muchos miramientos en la corte francesa : ocupaban aposentos ricamente ataviados con oro, seda, damascos, alfombras, tapices... Se celebraron bailes, misas, justas, banquetes, cacerías y juegos que tanto le complacían a Felipe. Pero no faltaron las ocasiones para recordar a los archiduques que eran vasallos de Luis XII : tenían que hacer las tres reverencias ante la pareja real ; cuando Juana encontró a la reina, la condesa de Borbón que la acompañaba la obligó a doblegar la rodilla hasta hacerle tocar el suelo; Juana, por ser hija de los Reyes Católicos, se sintío indignada y ofendida.... Aunque muchas veces se sometía a la voluntad de su marido, nunca hizo nada que pudiera perjudicar el honor de su tierra y de sus padres, y no tenía motivo para someterse a los reyes de Francia. Era costumbre de los Valois distinguir a sus nobles permitiéndoles que hicieran ofrenda para ellos en la iglesia ; por eso cuando el rey ofreció a Felipe unas monedas para hacer una ofrenda, el archiduque las aceptó ; pero cuando Ana de Bretaña hizo lo mismo con Juana, ella las rechazó y ofreció como ofrenda uno de sus pendientes, engarzado en piedras preciosas. No quería que se la considerara como vasalla del rey de Francia siendo la heredera de las coronas de Castilla y Aragón. Cuando Felipe quiso recuperar la joya a cambio de doblones de oro para que no quedasen desparejados pendientes de tanto valor, Juana ofreció el segundo. Las relaciones entre Juana y los monarcas se volvieron muy tensas. Incluso decidió, para señalar su autoridad y su pertenencia a la dinastía de loss reyes de Castilla, abandonar los vivos colores de los vestidos flamencoss y volver a la moda austera de su tierra natal. Pero los reyes de Francia no contaban con ella y la dejaban relegada a un segundo plano : en Francia reinaba la ley sálica, es decir que la mujer al contraer matrimonio perdía la capacidad efectiva de gobernar y cedía todos los poderes a su marido. Para los reyes de Francia ella solo era la portadora de la herencia, y Felipe el que administraría el gobierno. Pero en España no existía la ley sálica. Juana no era solo la esposa de Felipe sino también la heredera y futura administradora de una inmensa potencia.
En Blois Felipe y Luis XII no se contentaron con participar en juegos y banquetes; también zanjaron cuestiones políticas. Felipe recibió el honroso título de "Príncipe de la Paz". Firmó el tratado de Trento en su nombre y en el del emperador Maximiliano. Para asegurar la paz entre los dos reinos se selló la unión matrimonial del primógenito de Juana y Felipe, Carlos, con Claudia, hija de los monarcas franceses. Felipe proyectaba así reunir toda Europa en una misma corona, la de su hijo Carlos.
Pero las relaciones muy tensas entre Juana y los monarcas franceses apresuraron la salida de los archiduques camino de España. Se pusieron en marcha el 17 de diciembre y el rey les acompañó hasta Amboise. El cortejo avanzaba muy lentamente ; a Felipe no le urgía llegar a Castilla ni conocer a sus suegros los Reyes Católicos. La comitiva se detuvo cuatro días en Cognac, luego pasaron por Dax y pisaron el suelo castellano el 26 de enero de 1502 en Fuenterrabía. Una vez en Castilla, las condiciones de viaje empeoraron, el cortejo avanzaba todavía más lentamente, debido a condiciones climáticas y geográficas difíciles ; tuvieron que dejar los carros y carruajes y viajar a lomo de mulas para cruzar los Pirineos, tomando caminos estrechos y peligrosos. Entre Burgos y Valladolid incluso tuvieron que padecer un atraco : los ladrones se llevaron el cofre en el que Felipe guardaba su vajilla personal de oro. A pesar de todos estos contratiempos llegaron a Madrid el 25 de marzo pero se atrasaron porque Felipe se enfermó, y no alcanzaron Toledo antes del 7 de mayo.
Juana y Felipe ya habían visto a Fernando, quien había visitado a su yerno enfermo, pero Juana estaba impaciente por reunirse con su madre que tanto había extrañado. La reina católica había envejecido mucho, herida por las muertes sucesivas de Juan, Isabel y de su nieto Miguel.
El 27 de mayo del año 1502, en la Catedral de Toledo, las Cortes reconocían a Juana como heredera legítima. Era la nueva princesa de Asturias, la futura soberana.
Véronique RAMOND
Fuentes :
Los líos de la Corte : Los archiduques de Austria atraviesan Francia
Juana la Loca, Carmen Barberá, Edición Planeta
Juana la Loca, la cautiva de Tordesillas, Manuel Fernández Alvarez, Edición Austral
Juana la Loca, José Luis Olaizola
Entre 1497 et 1500 les Couronnes de Castille et d'Aragon perdirent trois de leurs héritiers : l'infant Juan, l'infante Isabelle et le fils de cette dernière, Miguel ; le destin avait désigné comme héritière de cet immense royaume l'infante Jeanne, troisième enfant des Rois catholiques, qui vivait dans les Flandres avec son époux Philippe, héritier de l'Empire. Le troisième enfant du couple, Isabelle, naquit à Bruxelles le 18 juillet 1501. Jeanne ne put donc entreprendre le voyage vers la Castille qu'à la fin de l'année. En réalité les Cortes auraient pu la déclarer princesse des Asturies sans qu'elle ne soit physiquement présente mais les Rois Catholiques tenaient à ce que Jeanne vienne personnellement en Castille. Il y avait plusieurs raisons à cela : tout d'abord ils se méfiaient beaucoup de la politique de Philippe dont les relations avec la France, qui disputait à Ferdinand le royaume de Naples, leur semblaient bien trop cordiales : ils redoutaient donc une alliance entre la France et l'Empire et craignaient que Jeanne préfère soutenir son mari au détriment des intérêts de sa terre natale. En outre des rumeurs circulaient quant aux moeurs licencieuses de la cour flamande et on racontait que Jeanne négligeait ses obligations religieuses ; il sembla donc important aux monarques que leur fille revienne vers une terre aux moeurs plus austères.
Les Rois catholiques firent le nécessaire pour que les archiducs entreprennent le voyage par mer mais ceux-ci reçurent une missive de la part du roi Louis XII qui les invitait à voyager sur ses terres et mettait à leur disposition une escorte de quatre cents hommes. Malgré le désaccord des Rois Catholiques et bien que le voyage revienne ainsi plus cher, Philippe insista pour adopter cette solution. Le 4 novembre 1501 un cortège impressionnant se mit en route ; il se composait de cent chariots pour les bagages royaux et de nombreux autres pour ceux de la cour - tous plein de vêtements, de linge, de lits, de mobilier, de vaisselle, d'ustensiles de cuisine, de tapisseries, de présents pour Isabelle... -, des chariots des nobles, des troupes à pied et à cheval, cinq carrosses royaux... ; au moins cent personnes accompagaient le cortège royal, parmi lesquelles quarante dames d'honneur, en plus des nombreux écuyers, laquais, cuisiniers, personnel de service...
Jeanne était impatiente de revoir les siens et sa terre, où elle n'était pas revenue depuis 1496, lorsqu'elle avait laissé derrière elle le port de Laredo pour aller épouser Philippe dans les Flandres. Mais c'était avec chagrin qu'elle laissait à Bruxelles ses trois enfants Leonor, Charles et Isabelle; elle n'eut pas le droit de les emmener avec elle, car Maximilien et Philippe craignaient que les Rois Catholiques ne veuillent retenir Charles loin des Flandres et l'éduquer comme futur roi des espagnols et non comme le futur empereur.
Le cortège avançait lentement, en raison du nombre impressionnant de chariots qui le composait et des conditions climatiques défavorables. Le 16 novembre il atteignit enfin Saint Quentin, à la frontière française, et poursuivit son chemin vers Paris où il arriva le 25 novembre. La veille le prince et la princesse assistèrent à la messe à la Basilique de St Denis. Le 25 ils assistèrent également à la messe à Notre-Dame et parcoururent avec leur impressionnant cortège les rues de la capitale française, mais ils durent se remettre en chemin pour rejoindre Louis XII qui les attendait dans son château de Blois, le plus beau de France à cette époque. La route fut difficile; au début du mois de décembre, ils furent surpris par des chutes de neige et il leur fut impossible de continuer à avancer; le rois Louis XII, impatient de voir arriver ses prestigieux invités, ordonna de mobiliser tous les gens de la région pour aider le cortège à poursuivre sa route; il envoya même des forgerons pour qu'ils répandent des braises de charbon sur les chemins pour faire fondre la neige.
Les Rois catholiques firent le nécessaire pour que les archiducs entreprennent le voyage par mer mais ceux-ci reçurent une missive de la part du roi Louis XII qui les invitait à voyager sur ses terres et mettait à leur disposition une escorte de quatre cents hommes. Malgré le désaccord des Rois Catholiques et bien que le voyage revienne ainsi plus cher, Philippe insista pour adopter cette solution. Le 4 novembre 1501 un cortège impressionnant se mit en route ; il se composait de cent chariots pour les bagages royaux et de nombreux autres pour ceux de la cour - tous plein de vêtements, de linge, de lits, de mobilier, de vaisselle, d'ustensiles de cuisine, de tapisseries, de présents pour Isabelle... -, des chariots des nobles, des troupes à pied et à cheval, cinq carrosses royaux... ; au moins cent personnes accompagaient le cortège royal, parmi lesquelles quarante dames d'honneur, en plus des nombreux écuyers, laquais, cuisiniers, personnel de service...
Jeanne était impatiente de revoir les siens et sa terre, où elle n'était pas revenue depuis 1496, lorsqu'elle avait laissé derrière elle le port de Laredo pour aller épouser Philippe dans les Flandres. Mais c'était avec chagrin qu'elle laissait à Bruxelles ses trois enfants Leonor, Charles et Isabelle; elle n'eut pas le droit de les emmener avec elle, car Maximilien et Philippe craignaient que les Rois Catholiques ne veuillent retenir Charles loin des Flandres et l'éduquer comme futur roi des espagnols et non comme le futur empereur.
Le cortège avançait lentement, en raison du nombre impressionnant de chariots qui le composait et des conditions climatiques défavorables. Le 16 novembre il atteignit enfin Saint Quentin, à la frontière française, et poursuivit son chemin vers Paris où il arriva le 25 novembre. La veille le prince et la princesse assistèrent à la messe à la Basilique de St Denis. Le 25 ils assistèrent également à la messe à Notre-Dame et parcoururent avec leur impressionnant cortège les rues de la capitale française, mais ils durent se remettre en chemin pour rejoindre Louis XII qui les attendait dans son château de Blois, le plus beau de France à cette époque. La route fut difficile; au début du mois de décembre, ils furent surpris par des chutes de neige et il leur fut impossible de continuer à avancer; le rois Louis XII, impatient de voir arriver ses prestigieux invités, ordonna de mobiliser tous les gens de la région pour aider le cortège à poursuivre sa route; il envoya même des forgerons pour qu'ils répandent des braises de charbon sur les chemins pour faire fondre la neige.
Le 07 décembre ils atteignirent enfin le château de Blois où les attendait le couple royal : Louis XII et Anne de Bretagne. Philippe était français par sa mère, Marie de Bourgogne, et on pouvait donc le considérer comme un sujet du roi (la France s'était emparée du duché de Bourgogne après le décès de Charles le Téméraire à la bataille de Nancy en 1477). Les archiducs furent traités avec beaucoup d'égards à la cour de France : ils occupaient des appartements richement décorés d'or, de soie, de damas, de tapis, de tapisseries... On célébrait des bals, des messes, des joutes, des banquets, des parties de chasse et des jeux, qui faisaient tant plaisir à Philippe. Mais les occasions de rappeler aux archiducs qu'ils étaient des vassaux de Louis XII de manquèrent pas : ils devaient faire les trois révérences devant le couple royal; lorsque Jeanne rencontra la reine, la comtesse de Bourbon qui l'accompagnait l'obligea à plier le genou jusqu'à lui faire toucher le sol; Jeanne, en tant que fille des Rois Catholiques, se sentit offensée et indignée... Bien que souvent soumise à la volonté de son époux, elle ne fit jamais rien qui puisse porter préjudice à l'honneur de ses parents et de sa terre, et elle n'avait aucune raison de se soumettre aux rois de France. Les Valois avaient l'habitude de distinguer leurs nobles en leur permettant de faire pour eux une offrande à l'Eglise; c'est pourquoi lorsque le roi offrit à Philippe quelques pièces pour faire une offrande, l'archiduc les accepta; mais quand Anne de Bretagne fit de même avec Jeanne, celle-ci les refusa et offrit l'une de ses boucles d'oreille, sertie de pierres précieuses. Elle ne voulait pas être considérée comme sujet du roi de France alors qu'elle était l'héritière des couronnes de Castille et d'Aragon. Lorsque Philippe voulut récupérer le bijou en échange de doublons d'or pour que des boucles d'une telle valeur ne soient pas dépareillées, Jeanne fit cadeau de la deuxième. Les relations entre Jeanne et les monarquent devinrent très tendues. Elle décida même, pour marquer son appartenance à la lignée des roi de Castille, de délaisser les couleurs châtoyantes de la mode flamande, et de revenir à l'austère mode de sa terre natale. Mais sa présence n'avait pas grande importance pour les monarques français et elle était reléguée au second plan: en effet en France régnait la loi salique, c'est-à-dire que la femme, en se mariant, perdait la capacité effective de gouverner et cédait à son mari tous les pouvoirs. Pour les rois de France elle n'était que celle qui apportait l'héritage, et Philippe celui qui administrerait le gouvernement. Mais en Espagne la loi salique n'était pas en vigueur. Jeanne n'était pas seulement l'épouse de Philippe mais aussi l'héritière et future administratrice d'une immense puissance.
A Blois Philippe et Louis XII ne se contentèrent pas de participer à des jeux et des banquets mais réglèrent aussi des questions politiques. Philippe reçu le titre honorifique de "Prince de la Paix". Il signa le traité de Trente en son propre nom et en celui de l'empereur Maximilien, et pour assurer la paix entre les deux royaumes, l'union entre le fils aîné de Jeanne et de Philippe, Charles, et Claude, fille des monarques français, fut scellée. Le projet de Philippe consistait à réunir toute l'Europe sous une seule couronne, celle de son fils Charles.
Mais les relations très tendues entre Jeanne et les monarquent français hâtèrent le départ des archiducs vers l'Espagne. Ils se mirent en route le 17 décembre et le roi les escorta jusqu'à Amboise. Le cortège avançait très lentement; Philippe n'était pas pressé d'arriver en Castille ni de connaitre ses beaux-parents les Rois Catholiques. Le cortège s'arrêta quatre jours à Cognac, passa ensuite par Dax et foula le sol castillan le 26 janvier 1502 à Fontarrabie. Une fois en Castille, les conditions de voyage furent pires encore, le cortège avançait de plus en plus lentement, en raison de conditions géographiques et climatiques difficiles; ils durent abandonner les chariots et voyager à dos de mules pour traverser les Pyrénées, en prenant des chemins étroits et dangereux. Entre Burgos et Valladolid ils supportèrent même une attaque de bandits, qui emportèrent le coffre dans lequel Philippe gardait sa vaisselle en or. Malgré tout ils arrivèrent à Madrid le le 25 mars, mais durent s'attarder car Philippe tomba malade, et ils n'atteignirent Tolède que le 7 mai.
Jeanne et Philippe avait déjà rencontré Ferdinand, qui avait rendu visite à son gendre malade, mais Jeanne était impatiente de revoir sa mère qui lui avait tant manqué. La reine catholique avait beaucoup vieilli, blessée par les décès successifs de Jean, Isabelle et de son petits-fils Miguel.
Le 27 mai 1502, à la Cathédrale de Tolède, les Cortes reconnurent Jeanne héritière légitime. Elle était la nouvelle princesse des Asturies, la future souveraine.
Véronique RAMOND